DarKneSS dREam
Este relato no es mio de hecho no tengo la menor idea de kien sea, lo encontre revisando mis discos me latio y kiero compartirlo, es bastanto largo asi k estaran entretenidos un buen rato, espero k no parezca tedioso pero es muy interesante.
Era como un oscuro sueño, uno de esos que sientes tan reales que una angustia fría te recorre el pecho; mientras tus manos pesan, cargadas de ansiedad. Tú sabes que no es real, y corres desesperadamente por los espacios maltrechos de tu mente, buscando la salida del laberinto, hasta que súbitamente rompes la membrana que te envuelve y apareces recostado en tu cama, sujetando con fuerzas las sabanas empapadas, agitado como quien sale del agua a punto de haber muerto ahogado.
La diferencia esta vez fue, que tú estabas totalmente consiente, caminando solitario en una noche de vigilia cualquiera. Ibas por una calle angosta, esa fue la primera y ultima ocasión en la que pisaste esa zona de la ciudad. Cuando lo piensas, vuelves a sentir el frío seco de aquella noche, saliste de un bar pasada la media noche, y a esa hora lo único que querías era encontrar un taxi, mientras caminabas por la banqueta estrecha, arropada apenas por la tenue luz de los escasos faroles.
Ya casi al final de la calle, a punto de llegar al cruce con una avenida más transitada, encontraste aquel lugar con el luminoso encendido. Después de haber esperado por un taxi y luego de haber caminado un rato, tenías sed, así que entraste. Al cruzar la puerta, el contraste con el exterior era mucho, hacía calor, el sitio estaba repleto y el ruido era notable. Fuiste directo a la barra que estaba al fondo, entre las voces encontradas, apenas pudiste hablar con el cantinero, que de igual forma no le interesó lo que pediste, -Vas tener que irte arriba, aquí está lleno- Te dijo mientras señalaba una escalera estrecha, que aparecía como aventada en el rincón, y que parecía no llevar a ningún lado.
En lugar de la cerveza que ordenaste, te tendió un plato y se rehusó a recibir dinero y volvió a señalar la escalera. Al caminar hacia al rincón pensaste en una barra arriba, quizás en esa había bebidas. Subiste despacio por la escalera caracol, era de madera y paso a paso la música de abajo se iba desvaneciendo. Miraste el plato tan inapropiado que recibiste en la barra; era un extraño compendio de jalapeños verdes, y unos pedazos de tortilla en forma de triangulo, y al fondo del plato se dejó ver un cuchillo con la navaja en forma de rombo, estaba filoso a pesar de lo gastado, tan delgado de tanto afilar, que entraría sin problemas en la piel más gruesa.
Había una puerta al final de la escalera, con una leyenda grabada en la madera, que jamás pudiste descifrar. A un costado había otro camino de subida, probablemente llevaba a un piso superior. Abriste sin dudar y te encontraste con el lugar más raro, sin similitud alguna con lo que había en la planta baja. Los ruidos eran insoportables, no había música y ni siquiera se percibía algo del otro lugar, como si lo de abajo hubiera quedado enterrado. Mientras que tú, quedaste atrapado en un espacio aparte y distinto. Era un cuarto muy grande, con poca luz; sin muebles, sólo partes de sillones arrumbados, con palos saliendo de entre tapices rasgados, y con algunos cojines arrumbados en el piso. El lugar estaba lleno de gente que corría de un lugar a otro, gritando y agitando armas punzantes, aventándose y saliendo de todas partes. Sin embargo, cuando llegaban a chocar o se alcanzaban, nadie se lastimaba, y mientras uno abría la boca, el otro lo sujetaba del rostro, reía y le metía algún cuchillo en la boca abierta, entonces continuaban unos gemidos escalofriantes, y la carrera empezaba de nuevo.
Nadie se inmutó de que estuvieras presente, ni siquiera notaron que alguien abrió la puerta, estaban ensimismados en su juego, gritaban eufóricos, intentaban decir algo, pero apenas escuchaste cosas retorcidas: no podían hablar. Estos hombres y mujeres movían sus cabezas hacía adelante y torcían las bocas mientras que en sus ojos se concentraba toda su cordura, y controlaban desde ahí los movimientos de los perseguidos.
Era un carnaval filoso y al sentir que alguien cayó a tus piernas, te sacudiste de ese estado petrificado, empezaste a temblar con miedo. Pensaste en el plato que sostenías, y en un raro impulso de sobre vivencia, agarraste el cuchillo tirando lo demás. Parecía que al enseñar el filo, te hacías parte del ritual, esa era la clave para ser atacado, entonces una mujer se aventó sobre ti. No sé que te asustó más, si su cara de morgue o el hacha que alzaba con decisión. Corriste, hacía cualquier lado, te pegabas prudente hacia la pared, igual de negra que el atuendo de ella. Te alcanzó tan rápido que no atinaste a hacer nada, te golpeó en la cara con el mango, creo que primero sangró tu boca y luego la nariz, te cubrías la cara mientras ella gemía y te golpeaba emocionada, víctima de un instinto carnívoro. La mujer estaba horrenda, sin cabello, con la boca abierta, sin los dientes incisivos y con saliva escurriendo de entre los colmillos, mientras se agitaba pesada su corpulencia.
De pronto se detiene y se da la vuelta y corre frenética, te voltea a ver y se sorprende de que no la persigas, te invita con la mirada, y tomas el cuchillo mientras levantas tu cuerpo mareado y corres tras ella. No sabes que es lo que te empujó, pero sabías que tenías que atraparla, al sentirla cerca te avientas a sus pies, en una mano el cuchillo y en la otra su tobillo, en el suelo empiezas a picarla, ella gime y llora mientras no tú puedes detenerte; Sabes que tiene que sangrar más. Te cansaste cuando ella cayó y dejo de oponerse, se resignó a perder la pierna derecha. Te invadió tanto la excitación que le mordiste la otra pierna, ella lloraba a gritos mientras le arrancabas pedazos de piel que luego escupías. Nadie les ponía atención, todos estaban inmersos en su propia carnicería, que no buscaba matar, sólo derramar sangre y éxtasis.
Ni la mujer supo nunca de dónde tomó fuerzas, por que después de haberse entregado a tu voluntad, sacudió bruscamente la pierna carcomida por tus dientes, propinándote un par de patadas en la cara, entonces cuando se zafó te percataste, en lo que te has convertido. Y corres sabiendo que la vas a alcanzar con tu boca hambrienta y con los puños cerrados abrazando el rombo brillante y empapado de un rojo malicioso.
En tu estado, la mente es engañosa, como duende que juega con tus ambiciones de oro, te provoca para que hagas lo que pida, para satisfacer así un oscuro deseo de violencia, de cavernario cazador. Esa misma ansiedad, te lleva tras los pasos de la mujer antes victimaria, ahora convertida en un pedazo de carne mordida. Tu andar es tan seguro, como el del violador con manos fálicas y certeras, al verla descender las escaleras después de haber traspasado la puerta, te avientas por las escaleras, apenas rozándole la sombra. Ella baja tan de prisa que no te da un segundo para meditar, baja entre el tumulto que la quiere apretar, y las miradas de los que habitan abajo la interrogan en un silencio colectivo; franquea la salida y tú tras ella. Aparecen ambos cobijados por la luz de luna que se asoma entre nubes grises. Al entrar al callejón de a lado, ella se aleja mientras tropiezas entre una piedra salida y otra enterrada, te golpeas el mentón tan fuerte que caes en un espesor profundo y calmo.
No tienes ni remota idea de cuánto tiempo pasó, apenas entre turbulencias visuales se dibujan mis zapatos a lado de tu cara, que se levanta lentamente confundida, tu razón está en penumbras, mientras te ayudo a incorporarte no sueltas tu arma mojada, y te veo aquí, mirándome perdido, con la cara roja y agonizante, como la del que estuvo, en un oscuro sueño tan real, que sólo tú sabes que fue tan cierto como mi presencia aquí y ahora.